martes, 17 de junio de 2014

TAORMINA

DÉCIMO DÍA

Nos habían aconsejado ir a Taormina en autobús pues hay mucho turismo y es complicado aparcar. Así es que por la mañana tempranito nos encaminamos a pie a la estación de autobuses de Catanía, tomando primero el Corso Sicilia y luego la Via Archimede pues la estación está al final de ésta, ya casi llegando a la Piazza Giovanni XXII. 
Los billetes se sacan en los bajos de un edificio que pone INTERBUS, enfrente del parking de autobuses. El precio del billete ida y vuelta es 8,50 euros. Pero un aviso para viajeros, los asientos no están reservados. Es decir, el autobús llega del aeropuerto y ya trae viajeros, y la gente se sube al asalto, y cuando los asientos están llenos, la gente va de pie, sentada en los escalones de salida, ... y el viaje a Taormina dura una hora y pico, la mayoría por autovía, pero ya llegando a Taormina empiezan las curvas y hay muchas... y mucho desnivel con respecto a mar...
Merece la pena, si es posible, ir en el lado del autobús detrás del conductor, pues de camino se ve el Etna a la izquierda de la autovía.


El volcán, de 3.323 metros de altura, está rodeado del parque del Etna que ocupa parte de la provincia de Catania y la de Messina y se puede rodear en un ferrocarril llamado Circumetneo.


Hay una parada en la zona de la abajo de Taormina, llamada Giardini Naxos, pero creo que merece la pena continuar subiendo en el autobús. y ya llegando, cuando se empieza a subir, curvas y más curvas de casi 360º, el pasaje es todo un espectáculo en tecnicolor.



La terminal de autobuses está en la Vía Luigi Pirandello y caminando unos pocos metros se llega a la Porta Mesina que es la entrada a la ciudad antigua.

Los orígenes de Taormina se remontan a la Prehistoria pues en la Edad de Bronce se ya establecieron los sículos. En el siglo V a.de C. se refugiaron aquí los habitantes de Naxos, detruida por Dionissio I de Siracusa. Y, posteriormente pasaron también romanos, bizantinos y árabes (902 d. de C.), siendo casi totalmente destruida por las rebeliones en contra de éstos. En el siglo XIII renació por la fundación de conventos cristianos. Pero su apogeo lo tuvo en el siglo XIX y XX, cuando tras el viaje del poeta Goethe entre 1786 y 1788 y la publicidad que supuso para la cuidad su obra Italian Journey, se convirtió en lugar de “peregrinación" para los viajeros insignes del siglo XIX (Oscar Wilde, Nitzche, RichardWagner, el zar Nicolas I, Truman Capaote, Jean Cocteau o Tomas Mann) precursores de las hordas de turistas que la visitan en la actualidad.
Nada más entrar, te encuentras con el Largo de santa Caterina del que sale una calle, Via del Teatro Greco, que lleva al Teatro griego de Taormina. Pero en el momento que llegamos había tal riada de turistas que decidimos aplazarlo a la tarde, a ver si aflojaba.
En el Largo de santa Caterina hay varios edificios interesantes.
iglesia de santa Caterina
Y, detrás, los restos del Odeón de origen romano y que se utilizaba para espectáculos musicales.

En la misma plaza, donde se supone que empezaba el Foro romano, está el Palazzo Corvaja, del siglo XIV, que fue la sede del Parlamento siciliano. En la fachada tiene una faja en piedra negra en la que están grabadas en latín sentencias morales.


Siguiendo por el Corso Umberto, un poco más adelante, en un callejón a la izquierda, la Naumachia, uno de los más importantes legados romanos de la ciudad. Era un gran desmonte del terreno sostenido con contrafuertes, con una conducción de agua, que protegía una cisterna que hoy ya no existe y en la que se celebraban espectáculos de batallas navales.
Y más adelante, a derecha e izquierda hay pequeños callejones, algunos inverosímilmente estrechos, en los que uno puede escapar de las oleadas de turistas que invaden el Corso Umberto. 





Y siguiendo un poco más, otro Largo (plaza) la de san Agostino en el que hay un mirador sobre el mar y el volcán.

Al fondo a la derecha, el Etna 
Y un poco más y el Largo del Duomo con la Catedral de san Nicolo, del siglo XIII, aunque reformada en distintas épocas pero que conserva su aspecto normando fortificado.



El Corso Umberto termina en Porta Catania.


Por un pequeño callejón que sale a la izquierda se llega al Palacio de los duques de Santo Stefano, construido entre los siglos XIV y XV, que es una mole solo suavizada por los aljimeces de cada piso.

Ya hemos ejercitado la vista, el olfato, el oído y se acerca la hora del gusto, otro asunto importante. El sitio elegido fue Vicolo Stretto Ristorante en uno de esos callejones que parece que uno no va a caber por él.

Tiene una terraza con unas vistas espléndidas de los campanarios de la ciudad y del mar al fondo, había una luz de las que hacen época y éramos los únicos clientes, así es que decidimos relajarnos y disfrutar. 

Como invitación de la casa nos ofrecieron de aperitivo un prosecco con un vasito de crema de verduras muy buena. Tomamos los antipasto de rigor, entre los que había una caponata y un tartar de atún rojo y luego un plato por cabeza de los que recuerdo solo el mío, cernia (cherne en Canarias) con una salsa de hinojo. Y también como invitación, de postre unos cannoli con un hojaldre muy delicado y una copita de vino dulce. La cuenta, incluyendo toso esto más una botella de vino una pasada, la más cara de todo el viaje, casi 50 euros per cápita. Pero mereció la pena porque comimos muy bien en un lugar irrepetible

Y para bajar la comida, y olvidar la cuenta, nos fuimos a ver el teatro. La romería había bajado algo, pero descubrimos que había extras, esa noche había un concierto de Laura Paussini en el Teatro Greco-romano. Estaba todo invadido por fans de la cantante y por el equipo técnico que montaba todo para la noche. Pero no por eso nos hicieron descuento en la entrada, 8 euros contantes y sonantes.

Construido en la época helenística (siglo III a.de C.) para ser teatro y reconstruido 300 años después por los romanos para espectáculos de caza y muerte de animales, merece ser visto no solo por su valor histórico y artístico sino también por su posición escenográfica sobre el mar y con el volcán al fondo.

Y algo decepcionados, volvimos a la terminal de autobuses para regresar a Catania cruzando los dedos para tener asiento en el bus.

lunes, 16 de junio de 2014

CATANIA

NOVENO DÍA

Dejamos Siracusa con pena, pero Catania nos esperaba con más sorpresas. El trayecto son unos 70 km por autovía, más o menos una hora. Nos costó un poco llegar al hotel, el Palazzo Cerami, un B&B muy bien situado, aunque en una calle de difícil acceso con el coche que lo dejamos en un garaje cercano, unos 12 euros por día, pues no se puede aparcar en las calles de alrededor. La habitación, estupenda  y el baño espléndido, pero el sitio tiene algunos peros: un primer piso, alto, sin ascensor, una sala de desayuno pequeña e incómoda y el desayuno, desorganizado a la hora de servirlo y los productos, regular tirando a malos. Los dueños muy amables aunque poco eficientes en la organización.




Una vez instalados, a la calle que ya es hora de pasear Catania. El barrio del B&B, y toda Catania, impone de entrada creo que, sobre todo, por el color de la piedra de los edificios, de lava negra muchos de ellos, por el estado de no-conservación de muchos y por el bullicio que hay a todas horas. Sin embargo, es una ciudad luminosa por la cantidad de horas de sol.

La palabra katania significa colina y es que la ciudad fue fundada por los sículos, colonizadores griegos, en el año 729 a de C. en la colina en la que hoy está el gran convento de los benedictinos y quedan restos de la Acrópolis. En el siglo V a de C. fue repoblada con colonos de Siracusa y posteriormente sufrió diferentes asedios y colonizaciones: cartagineses, romanos, normandos, bizantinos, árabes, aragoneses, españoles, ... que han ido marcando su destino. Pero lo que la ha marcado de forma especial es la cercanía y las sucesivas erupciones del Etna hasta en siete ocasiones. La de 1693 dejó 16.000 muertos bajo los escombros y fue totalmente reconstruida tras el ésta, por ello, la mayoría de sus edificios notables son tardobarrocos.
Al fondo, el Etna, siempre presente
En pocos minutos caminando llegamos a la Plaza Stesicoro en la que se encuentran las ruinas del Anfiteatro Romano que se remonta al siglo II d. de C. Está construido en piedra calcárea, basalto y ladrillo lo que le da ese aspecto tan especial.





De la plaza Stesicoro sale Via Etnea que lleva derecho a la plaza del Duomo. Es una calle muy comercial y bulliciosa.

Por el camino, algunos edificios notables:

Bassilica della Colegiata



Palazzo della Universitá


Al fondo, Porta Uzeda que cierra la plaza del Duomo
 


Y ya en la plaza del Duomo, en el centro, el símbolo de Catania, la Fuente del Elefante, obra de Vaccarinni, una rara mezcla sacro-profana del animal en piedra de lava que sostiene un obelisco egipcio de granito traído de Asuan con jeroglíficos sobre el culto de Isis y está rematado por los símbolos de santa Ágata (la cruz, el lirio, la palma y la tabla). En el dialecto catanés es conocida como Liotru.

El Duomo está dedicado a santa Ágata que alberga sus restos y los de algunos miembros de la familia real aragonesa. Se inició en el siglo XI por Roger II pero el aspecto actual se debe a Vaccarinni que, después del terremoto de 1693, reformó también toda la plaza, añadiendo también la Fuente del Elefante 
El interior conserva de la estructura normanda, las tres naves, así como el ábside y el crucero.Y también alberga el panteón del universal músico catanés Vincenzo Bellini, autor de la ópera Norma, entre otras,  que ha dado nombre a un plato típico, la pasta alla norma, con berenjena y ricotta.






Vista de la Via Vittorio Emanuele con el Duomo a la derecha y a la izquierda, la chiesa della badia de santa Ágata, obra también de Vaccarinni.

En un lateral de la plaza, la Fontana dell Amenano (1867) con una escalinata que conduce al Mercato del Pesche, la Peschería.

Y, dejando la plaza del Duomo, tomamos la Via Giussepe Garibaldi hasta llegar a la de san Francesco de Assisi.

El arco de san Benedetto une dos iglesias, la Badia Grande y la Badia Piccola, y da acceso desde la plaza a Via Crociferi, una calle en cuesta muy interesante, tanto por sus edificios (iglesias y palacios barrocos), como por el ambiente muy agradable al anochecer y por sus terrazitas.



Iglesia de san Benedetto o Badia Grande
 

Nuestro yo artístico disfrutó mucho con el paseo por Via Crociferi  pero nuestro yo gastronómico empezaba a reclamar atención, así es que volvemos a la zona de la Pescheria donde teníamos una reserva para cenar.

El dueño del B&B nos recomendó y reservó por nosotros una mesa en la Osteria Antica Marina, que también traíamos recomendado de Madrid. Está en la zona de la Peschería y la que se ve a la izquierda de la foto fue nuestra mesa para la cena.  La verdad es que estuvo genial, tomamos unos antipasto que fueron un montón de platillos: aceitunas, tomates secos, distintos pescados en escabeche,  en carpaccio, pulpo, gambas, a cual más bueno. Después, un pescado a la brasa, creo que dorada también muy bueno. Y un postre, creo que un sorbete. Todo, con una botella de vino, fueron 30 euros por persona.


Y por la noche, movida en la calle de al lado, a un nivel más bajo, del B&B.


10º DÍA


A la vuelta de Taormina, volvimos al centro de Catania para ver lo que nos habíamos dejado el día anterior.



Después de ver el interior del Duomo, nos acercamos por la Vía Garibaldi hasta la preciosa Piazza Mazzini con sus cuatro esquinas.

Después, subiendo hasta Via Vittorio Emanuele llegamos al Teatro Romano y al Odeón pero estaba cerrado. Solo pudimos ver a través de las verjas.


El Teatro Romano estaba construido sobre la ladera de la Acropolis y tenía capacidad para 7.000 espectadores. Actualmente está casi rodeado por edificios de viviendas.


El Odeón servía para los ensayos de los coros y cabían en él unos 1.300 espectadores.

Desde allí, y subiendo por la Vía del teatro Greco, llegamos al lugar de la fundación de Catania que ahora ocupa el Monasterio de los Benedictinos de san Nicolo l'Arena.
Fue construido en 1550 por monjes venidos desde los alrededores del Etna. Resultó afectado por el terremoto de 1693 y reformado por Vaccarini. Por su tamaño, es el segundo de Europa y actualmente es la sede de la Facultad de Letras y Filosofía. 


Delante de san Nicolo l'Arena se abre una enorme plaza semielíptica en honor a Dante.



Paseo por la Via Antonino Sangiuliano con elegantes palacios como el tardobarroco Palazzo Manganelli.

O el teatro Sangiorgi, construido en 1900 e inaugurado con la representación de La boheme de Puccini, aunque después se ha utilizado para espectáculos teatrales, cabaret y cinematográficos.

Y muy cerca, en la plaza del mismo nombre, el teatro Massimo "Vincenzo Bellini"




Lleva el nombre del compositor Vincenzo Bellini, natural de la ciudad y fue inaugurado en mayo 1890 con el estreno de Norma, su obra maestra. Y en 1951, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Bellini, la obra fue fue cantada por María Callas. 


Y la última cena en Catania, muy cerca, en el Ristorante Mc Turiddu. Un sitio muy curioso por varios detalles: el nombre, es el acrónimo de Me cumpari turiddu que, en dialecto catanés, significa quien importa es el comensal; la decoración es agradable con toques rurales, carteles de cine y objetos de comercio antiguos; la comida es slow food; éramos los únicos turistas, los demás clientes eran cataneses, entre ellos familias con niños pequeños a pesar de las altas horas de la noche.
La cena estuvo muy bien, nos pusieron varios tipos de panes, unos embutidos para compartir, un plato por cabeza, un postre y vino. Y pagamos 26 euros por persona.